El cuerpo como sistema dinámico
El cuerpo de un ser vivo es un sistema abierto. Necesita por tanto de un intercambio dinámico con el medio que le rodea. Éste se realiza con sucesivas entradas y salidas de materia.
Así, en nuestro cuerpo introducimos todos los días agua, alimentos, aire, entre otras cosas. En cuanto a las salidas, además de las pérdidas de materia por heces y orina hay que contar sudor los productos gaseosos que se pierden en la respiración.
También hay entradas y salidas de energía. Este hecho es más difícil de ver, pero puede comprobarse. La energía entra en nuestro cuerpo principalmente a través de los alimentos y sale cuando nos movemos (energía cinética), realizamos un ejercicio violento (calorífica), etc.
El cuerpo humano a su sistema inmunitario que, a su vez, actúa de coordinador de varios sistemas más parciales o también conocidos por subsistemas. Así entonces tenemos el sistema nervioso, el sistema respiratorio, circulatorio, etc.. Estos subsistemas son conjuntos de órganos que realizan una determinada función.
En el organismo humano por ser sistema abierto, nunca llega a existir un verdadero equilibrio estático. Podemos compararlo un recipiente con agua que tienen un tubo de salida y un grifo de entrada. Si la cantidad de agua que entra por el grifo es la misma que la que sale por el tubo, la cantidad de agua del recipiente no variará, presentando una cierta estabilidad.
Algo parecido ocurre en el cuerpo humano, que mantiene su estabilidad gracias a los procesos vitales que realiza, a los trabajos que efectúa y en general al intercambio constante de materia y energía que sostiene con el medio que la rodea.
Cuando llega la muerte, el movimiento cesa, el trabajo se hace nulo, la desorganización aumenta y la estabilidad desaparece.
El equilibrio dinámico es, pues, inestable.
Pero los materiales que dejan libres los organismos muertos son tomados por otros que los aprovechan y así el ciclo de la vida no se interrumpe.